28 feb 2014

CURSO DE COCINA EN CARNAVALES

Como en muchas de las festividades que se disfrutan en nuestro país, el período carnavalero es también una época que se relaciona con una mesa en la que platos típicos se elaboran por todo tipo de cocineros, ya sea profesionales o aficionados, y se saborean también por todo tipo de comensales, mayores, menores y mediopensionistas.
Éste era, pues, un buen motivo para elegir esos platos típicos en los que el carnaval se viste, o se puede vestir sin antifaz, y en el que los amigos de la buena mesa aprovechan o pueden aprovechar para disfrutar de tales viandas sin utilizar ningún velo para ocultar sus deseos. Y también es el motivo para preparar un tablero bien ataviado con los adornos característicos de la ocasión.


Pues bien, hoy que teníamos curso de cocina, y a pesar de estar totalmente centrados en el período de carnavales, no hemos tenido ninguna de estas referencias : quizás podría ser debido a un oportuno o interesado camuflaje, pero la realidad es que ninguno de los presentes hemos visto ni un plato con ingrediente de calabaza, ni de carne de cerdo; ninguna horejuela, ningún buñuelo; y ninguna torrija ni leche frita. En definitiva, nada nos ha preparado para la cuaresma. Por si fuera poco, ni siquiera Rafa, como habitual ornamentista, ha tenido tiempo para incorporar al mantel una alusión, ni pequeña ni grande, al estrado destinado a evaluar los distintos platos. Dicho de otra manera, ha sido la pascua…
Sin embargo, como no hay ninguna duda de que los alegres espíritus de los recurrentes alumnos se adaptan a las circunstancias de cada momento, nos hemos dispuesto a afrontar la jornada con otra serie de complementos que hicieran consolidar el periódico festín, por lo que hemos dejado de parecernos a polichinelas y nos hemos introducido en la mascarada con nuestros mejores disfraces, representados, lógicamente, por los delantales.
Las dos primeras máscaras se las han acoplado los arlequines Aitor y Miguel, y han venido escenificadas, respectivamente, por una polka de marisco cristalizado de aceitunas y lechuga, y una ración de angulas con gambas disfrazadas. Un perfecto embozo para una comida que ya desde el principio marcaba formas notables.

A continuación Pedro ha iniciado una madurada bacanal, peleando con un cabrito (sin cabecilla) al que ha logrado a duras penas introducir en el horno, mientras situaba a buen recaudo la lechuga que ya había aliñado dos horas antes. Mientras el horno daba dorada cuenta de su invitado, nos hemos permitido salir de la cocina, en procesión, para formar una comparsa y disfrutar de una corta francachela por Deusto. En la mitad de la acción, Pedro ha regresado a la cocina para retomar el antifaz de cocinero y cuidar de su pupilo. A nuestra vuelta, las cosas ya estaban bastante encauzadas, lo que nos ha permitido sentarnos a la mesa, dispuestos a iniciar la degustación. Después de los pintxos iniciales del tándem Aitor y Miguel, el cabrito de Pedro nos ha asentado perfectamente en nuestra misión de hoy, ya que hasta los más remilgados se han quitado la careta y han solicitado una repetición de la escena.
Finalmente, Esteban nos ha ofrecido una crema batida de piña y naranja, con la que ha peleado a través de unas singulares manipulaciones de malabarista, que ha terminado pulverizando con teóricos confetis hasta conseguir una presentación nada camuflada.

Después de los cafés y las copas, y antes de proceder al entierro de la sardina, hemos hecho alguna chanza en base a la foto impúdica de una moza, nada enmascarada, que atraía como moscas a los colmados comensales.