Un plato vacío colocado inicialmente sobre la mesa que luego va a servir de ornamentado mueble culinario, representa la situación inicial de las habituales clases de cocina como la de hoy. El reto está, como siempre, en llenarlo de alimentos que cumplan las expectativas de los alumnos, tanto de los que han contribuido a su elaboración, como de los que son meros espectadores de la manipulación de los ingredientes. Sin embargo, ninguna de las dos posiciones interfiere en el punto apoteósico de la jornada, que se refleja simbólicamente en lo que podría definirse como comer del mismo plato en reunión compartida.
Ninguno de los habituales a estas sesiones ha querido ser plato de segunda mesa, por lo que su presencia en el
lugar de operaciones ha sido eficazmente resuelta por todos en tiempo y forma.
Como ya viene siendo habitual, empezamos la lección con un sencillo aperitivo,
que esta vez ha corrido a cargo de
Aitor. Los ingredientes aportados han configurado un agradable entrante que
bajo el título de “pastel de gambas y langostinos”, ha conseguido editar un
alegre elepé que se ha posado en el plato del tocadiscos
gastronómico y ha sonado perfectamente en los deseosos gaznates de los comensales.
El primer plato también ha estado dirigido
por Aitor, que se ha centrado en la elaboración de una esforzada “crema de
calabaza a lo “pobrenzal”. El resultado ha servido para hacer girar el plato de la bici que mueve nuestros jugos gástricos, impulsando
activamente la rueda dentada de nuestras ansiosas bocas. Lógicamente, se ha servido
en plato hondo sopero.
Bajo el título de “petxugas de pollo al cava, con toque chavalín”, Esteban
ha liderado el plato fuerte de la jornada. Desde
el principio de la mañana se ha puesto la gorra de
plato para conducirnos en su vehículo gastronómico hacia un destino que
hemos intuido como perfecto incluso antes de su terminación. De su solvencia, baste decir que todos nos
apuntamos a disfrutar dos viajes de las sabrosas “petxugas”.
Finalmente, Rafa ha hecho honor a su ganado título de repostero,
ofreciéndonos un tiro al plato aparentemente improvisado sobre el objetivo de un “bizcocho
al txocolate con ráfa…gas de licor”. Sin embargo, y aunque la acción del
microondas haya sorprendido hasta el propio autor, quedaba patente que su
elaboración tenía en la base un concienzudo estudio.
Como suele ser habitual, la mesa también ha sido decorada en esta ocasión
por Rafa, colocando todos los elementos de tal manera que la evaluación de los
participantes ha coincidido en reconocer que, otra vez, esta parte de la clase
ha vuelto a inclinar a su favor el plato de la balanza
de las puntuaciones del ámbito decorativo.
Quienes en esta ocasión no han roto un plato
en el campo estricto de la actividad culinaria, han sido los otros tres
miembros del grupo quienes, sin embargo, han aportado el reconocimiento y
agradecimiento a los mencionados cocineros en contraprestación por su hábil gestión
cerca de los fuegos y horno de la cocina.
Aunque todo el mundo reconoce que no es un plato de
buen gusto para nadie, los platos rotos
de la “fregadina” han sido distribuidos racionalmente entre los presentes.