La convocatoria había tenido lugar durante la rueda de prensa que se ofreció por los jugadores-cocineros durante la visita del pasado lunes al Barrio de Miribilla, donde ya se facilitó de forma anticipada la alineación. En ese momento, pudimos conocer la ausencia por obligada retirada vacacional menorquina del ariete Manolo, lo que a priori suponía un hándicap con consecuencias difíciles de prever. Sin embargo, el tener un banquillo plagado de figuras, permitió que el entrenador planteara la sustitución de forma inmediata, con la incorporación de un chavalín de la cantera que, como luego comentaremos, puso en el campo de juego toda tu sabiduría culinaria, aportando jugadas que nos dejaron un dulce sabor de boca.
En actividades como la vivida hoy, trasciende el trabajo que se realiza antes de las actuaciones públicas que, en definitiva, afianza el conocimiento y buen hacer de los participantes, y en este sentido queda patente que una gran parte de los componentes del equipo ya viene realizando desde hace mucho tiempo exhaustivos entrenamientos, materializados en reuniones que se celebran habitualmente los sábados en este mismo estadio, en las que se consolidan los ejercicios gastrointestinales.
En definitiva, con la única presencia ajena al equipo local del cronista que suscribe este artículo, a las 11 de la mañana se inició la pugna, que se desarrolló a puerta cerrada, privando a la afición de un deseable espectáculo, circunstancia que celebraron los socios.
Antes de iniciarse el encuentro, dos componentes del equipo ya se habían colocado el atuendo culinario de gala e incluso habían realizado ejercicios iniciales de calentamiento, que permitieron que tanto la masa muscular base del primer plato, como el tronco (o tronquito) de la estructura final del encuentro, estuvieran en perfecta disposición de aplicar un adecuado sistema de juego, que por cierto se inició con una clásica estructura de 3-1-1 (tres cocinando la victoria, un entrenador ocupado de colocar todo en su sitio, y un árbitro que ejercía a la vez de cronista).
Durante el calentamiento, unos participantes se ocuparon de conseguir el avituallamiento necesario, mientras que otros hacían ya ejercicios en el campo, e incluso alguno se cambiaba de camiseta. El resto del proceso de calentamiento de los participantes e ingredientes se produjo dentro del esquema previsto en la pizarra del entrenador, según las recetas aportadas por las distintas escuelas culinarias.
El encuentro oficial se inició pasadas ya las 14-30 horas, en un ambiente digno de los mejores espectáculos : campo de juego perfectamente adornado con los utensilios precisos para el ejercicio culinario (manteles, platos, vasos, botellas); adornos de banderas a lo largo de la mesa; potente iluminación que permitía no perder ningún detalle de la acción; etc.
Nada más oírse el pitido inicial, todo el equipo se encaminó hacia el paté ibérico con fondo escarchado, que estaba situado en el centro del campo, dando cuenta de él con mucha habilidad y premura, y propiciando los primeros aplausos.
La primera jugada elaborada, de magistral ejecución, salió de las manos de Pedro, quien con suma limpieza (lavándose las manos al estilo Argiñano) había utilizado un doble pivote : pase continuado de rabas en el “rebocinado” preparado al efecto, y rebozado de la masa de croquetas “arnalsanales” perfectamente moldeadas, para disparar a continuación ambos conglomerados hasta la freidora situada en la escuadra de la cocina. Nuevos aplausos y vítores.
El segundo tiempo se inició con una jugada muy bien confeccionada por el central Aitor, quien iniciando el lance desde su propio campo (casa), había recorrido toda la mañana con un estofado de carne magra, aderezada con regates de verduras, setas y demás complementos. La faena terminó con la colocación de la olla en el centro de la mesa, que permitió la distribución de su contenido a discreción entre los platos expectantes, haciendo las delicias de los presentes. En este punto, más de un participante consiguió un hat trick, lo que descubre las alabanzas a las que su autor se hizo acreedor.
La última jugada dentro del tiempo reglamentado ha corrido a cargo del chavalín Esteban. Aunque la jugada la traía ya preparada de casa, sobre el campo nos ha hecho una demostración en directo de su arte culinario, elaborando otra faena que ha prometido que sería retrasmitida mañana, en el partido de la noche. Sus habilidades han quedado patentes en el manejo de los chocolates, galletas y virutas, obteniendo un tronquito oscuro con txirlora de chocolate, acompañado con batido de café natural, que ha vuelto a requerir un hat trick por más de un goloso. Sobresaliente.
Ya en el tiempo de descuento, se han conseguido los últimos goles, a cargo de los gin-tonis, cubatas y similares, que han prolongado la sobremesa hasta casi las 22 horas.
En resumen, todo un partidazo, en el que lo que más han abundado han sido los aplausos, no habiéndose producido ninguna lesión, a pesar de la contundencia con la que se han aplicado los participantes. Tampoco se ha pitado ni un solo penalti y ha habido una ausencia total de faltas, malas artes y tarjetas. Está demostrado que cuando se sale a ganar, el triunfo siempre está más cercano.